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Publicado el 25 Jun 2024
todos nosotros emitimos alrededor emociones que no se ven, pero se perciben, se sienten, se contagian, se padecen o se disfrutan. Estas cuatro emociones tienen un valor adaptativo: el miedo y la rabia energetizan al organismo para adaptarse ante el peligro o la amenaza. La alegría motiva la prosecución de actividades importantes para la supervivencia. La tristeza en las personas evoca respuestas de protección y cuidados hacia ellas.
Las emociones, como el clima, son cambiantes, existen los días soleados en los que se puede disfrutar del calor y el bienestar de los rallos de sol. Otros días pueden aparecer nubes negras que amenacen con tormenta pero que no acaben de romper. Y luego hay días dónde la tormenta nos arrolla sin que podamos hacer nada. Muchas personas lidian con emociones muy parecidas a huracanes. Cuando se enfadan, se sienten tristes o preocupadas la emoción les golpea, toma el control y destruye todo lo que se encuentra a su paso, cuando el huracán termina y miran al rededor, encuentran que los daños que ha causado son, a veces, irreparables.
Cuando esto ocurre, la persona se esfuerza para que no vuelva a ocurrir. Empieza a tener miedo de que ese huracán vuelva y se lleve por delante lo poco que ha dejado en pie. Es entonces cuando empiezan a esforzarse y a luchar para que esas emociones no vuelvan a aparecer de nuevo.
Es importante conocer la regulación de las emociones que generamos día a día, esto se debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.