Infancia: de 2 a 6 años:
Son habituales conductas regresivas, como volverse a hacer pipí en la cama, chuparse el dedo, infantilismo, querer dormir con los padres, miedos, ansiedad, etc. También rabietas, necesidad de llamar la atención constantemente. Vinculación excesiva normalmente con la madre. En ocasiones, el niño, pasa de la agresividad o al menosprecio a la búsqueda de un afecto incondicional (abrazos, besos, promesas de que se portará bien, etc.).
Se producen alteraciones del sueño, en el patrón de las comidas, quejas somáticas dolor de cabeza, de estómago…sin justificar, apatía, introversión, dificultad para relacionarse o jugar.
Infancia de 7 a 12 años:
En esta franja de edad, los niños ya disponen de mayores recursos verbales lo que en cierto modo les ayuda a exteriorizar sus sentimientos.
Pueden seguir presentes los diferentes síntomas antes expuestos en uno u otro grado. No obstante, hay que añadir, según las características del niño las siguientes:
- Comportamientos y conductas de recriminación a los padres con la esperanza de intentar unirlos de nuevo si siguen sin aceptar la realidad.
- Conductas manipulativas, de menosprecio o rencor a alguna de las figuras paternas, paralelamente a la idealización de la otra (asimetría emocional). Esto puede agravarse según las actitudes que tomen los adultos que rodean al niño.
- Sentimientos de culpa, conductas de riesgo, baja autoestima, dificultades en las relaciones con sus iguales, baja tolerancia a la frustración, agresividad.
- Pueden aumentar la hiperactividad e impulsividad.
- Deterioro en el rendimiento escolar. Niños que habitualmente eran buenos estudiantes empiezan a tener dificultades.
Adolescencia:
Es una época complicada para los jóvenes y en la que se suelen amplificar los diferentes problemas que se arrastran o producen.
- Durante esta etapa, los jóvenes que afrontan la separación de los padres pueden incrementar sus conductas de riesgo, consumiendo alcohol, drogas.
- En niñas puede producirse, en algunos casos, precocidad o promiscuidad en las relaciones sexuales y también conductas de riesgo. Necesidad de vincularse afectivamente a una pareja pero con poca capacidad para mantener una relación estable y equilibrada.
- Dificultades en las relaciones con los iguales.
- Predominio de la impulsividad y poca capacidad para la resolución de conflictos de forma dialogante.
- Baja autoestima, agresividad, baja tolerancia a la frustración. En los casos más severos puede derivar a un trastorno disocial (presencia recurrente de conductas distorsionadas, destructivas y de carácter negativo, además de transgresoras de las normas sociales, en el comportamiento).
