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Publicado el 02 Jan 2024
Sabemos que la psicología está preparada para los embates de cada cambio de siglo. Al tratarse de una ciencia, consta de las herramientas necesarias para hacer frente a los problemas emocionales y conductuales de los seres humanos. Los psicólogos y las psicólogas del siglo XXI nos estamos enfrentando, por primera vez, a los dos últimos grupos de pacientes. Antes, la psicología era un tema tabú. Quienes acudían a terapia lo hacían prácticamente in extremis. Muchas veces incluso ocultándolo. Esto ya no es así. En absoluto. Es cierto que cada vez hay más casos de ansiedad y aparecen nuevos miedos relacionados con cosas que no existían o no eran tan significativas hace unos años. Sin embargo, también aparecen muchos más casos en los que el objetivo es la prevención.
Otro reto al que actualmente nos enfrentamos los psicólogos y psicólogas es al uso del lenguaje inclusivo. El lenguaje es la herramienta principal de trabajo. De la misma manera que te acerca a las personas que acuden a terapia, puede alejarte de ellas si no lo utilizas correctamente.
El lenguaje inclusivo implica ser consciente, no únicamente de lo que dices, también de cómo lo dices. Esto supone un ejercicio mayor de concentración. Un ejercicio, sin duda, necesario y que vale la pena. Ahora bien, puede resultar difícil a muchos profesionales.
Los profesionales en salud mental enfrentamos desafíos como la estigmatización asociada a problemas mentales, la carga emocional de tratar con situaciones difíciles y la presión por la escasez de recursos en algunos entornos. También debemos adaptarnos a cambios en la investigación y tratamientos.
Es importante incorporar y adaptarse a las nuevas tecnologías, como la telepsicología y las aplicaciones de salud mental. Esto implica garantizar la privacidad del paciente, aprender a utilizar eficazmente estas herramientas y abordar cuestiones éticas asociadas con la tecnología en el ámbito de la salud mental.
Al trabajar con adultos mayores se enfrentan desafíos como la identificación y tratamiento de trastornos cognitivos relacionados con la edad, la soledad y el aislamiento social, así como la gestión de problemas de salud física que pueden afectar la salud mental. Además, la sensibilidad a las experiencias de vida acumuladas y la adaptación a las necesidades específicas de esta población.